Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

sábado, 27 de octubre de 2012

HUGO SALVATIERRA, Ciudad de México

Las niñas 

Si yo fuera una de esas niñas diría no quiero que sean las seis.
Si por mí fuera atrancaría las ardientes manecillas del reloj justo a las 5:59,
las escondería dentro de mi vientre hasta las 8 de mañana
para nunca ver abierto ese portón
y presentir la noche
y jamás salir con el resto de las chicas como vaca al matadero,
con los ojos congelados,
llenos de incertidumbre y de certeza,
con las palmas de las manos adheridas al pecho
como resguardando un capullo lleno de los hijos que aún no tengo,
del sollozo diario de mi madre,
del recuerdo de lo que quedó de Martha en aquel terreno baldío,
y de todas esas cruces armadas con restos de estadísticas
y con los gritos de María Adelaida, María Asunción, María de los Ángeles,
María del Refugio, María, María y siempre María.
Me resisto a caminar de prisa,
a tragar a cada paso las risas incineradas de todas esas niñas
quienes no tuvieron otro remedio que crecer antes de tiempo,
y mientras maquilaban soñar con el amor de su vida,
que abordan con él un autobús que las lleva a una playa soleada,
o a un monte donde el viento jamás te corta la cara de miedo.

Quisiera que el último minuto de las cinco fuera tan largo como el border,
qué si oigo ocho horas más el quejido de las máquinas,
ese crash..., crash que algún día terminará por reventar mis oídos
igual que una máquina lo hizo con los dedos de mi prima,
y el calor de la fábrica con las manos artríticas de mi madre y de su madre.

Rezo mil Padres Nuestros antes de que den las seis.
Comienzo a pedir a Dios y no ceso hasta llegar a casa,
de reojo miro por detrás de mi hombro,
voy tan rápido como puedo.
Qué más da si las piedras traspasan mis suelas,
temo que mi sombra cobre vida y me traicione por la espalda,
que mi cuerpo inerte aparezca en el brillo cegador de la tele
o que mi sangre desborde de la portada del diario matutino.
O peor aún, ver el alma de mi madre hurgando por callejones y descampados
con la ingenua ilusión de volver a verme.

Son las 5:59.
Mi corazón suda los segundos venideros,
lloro en silencio y pido por mi vida
o para que no me toque una muerte dolorosa.
Me preparo a pisar las calles de esta ciudad de polvo,
que siempre esconde todo y nada.

FRAN PÉREZ CABRERA, Queretaro

 Fisura

La mirada ostenta geometrías de mercado,
canteras con caminitos-fisuras,
en la ciudad vive  el impensado,
camina banqueta cósmica,
la vista ostenta seres diminutos,
unos muy simples y otros con disfraz,
carnaval violento.

Ahí abajo hay fisuras,
en esas grietas de cantera, qué será guerra,
tendrá sus luchas de contrarios,
qué es ejército y narco.

Desde aquí todo es notorio,
desde acá no es preciso,
tan colosal que no es palpable,
aquí las grietas no son debilidad,
son camino, oportunidad.

Aquí lo expuesto no es desnudo,
y qué es desnudo,
un desierto de discursos,
invento de lenguas beligerantes,
invasión de hormiguero ajeno,
sometimiento de mundos.

Cada mundo tiene sus fisuras,
Imposible una esclavitud total,
cada mente es y crea rendijas,
cada ciudad es y conserva cosmo-hendiduras,
cada mirada ya encontró fisuras abiertas,
tú me ves y encuentras la misma resquebrajadura.

lunes, 8 de octubre de 2012

MARIANELA PUEBLA, Valparaíso, Chile



                               VOCES SEPULTADAS

Comentan que llegaste del sur,
nadie sabe tu nombre y no les importa,
es una mala propaganda, reclaman las autoridades,
sólo tu madre dejó ayer una cruz sin nombre.
No sabe escribir, por eso puso también una vieja fotografía.
La tierra a tu alrededor está cubierta de lágrimas,
y en las noches se tiñe con tu sangre.

Han venido muchos extranjeros y hacen preguntas,
deben llenar una página roja,
es que les dicen “ las muertas de Juárez”,
pero las hay en otros países, serán las muertas de España,
de Chile, Argentina, sin nombres, sin patria.
“Sólo por favor la ciudad,  ya no vale el país, es lo mismo”.
Es ahora asunto de interés mundial. Cuestión de lesa humanidad.
Hablan de crimen organizado, ¿contra las mujeres?
¡Son muertas y ya!

Alguien dijo que trabajabas en la algodonera,
una textil de mala muerte.
3100 mujeres asesinadas  en  Juárez,  México.
107 mujeres desaparecidas en 2010.
300 en los primeros meses de 2011. ¿Cuántas más en 2012?

El paraje  inhóspito está lleno de cruces,
¿quién  detendrá este programado feminicidio
tan ignorado por las autoridades?
El lugar sigue igual, solitario, señalado por cruces delatoras
que claman desde sus maderos una respuesta.
La cifra va en aumento,
dolor de cabeza para los que buscan sin hallar.

¿Qué pasa en esta era virtual?
¿Qué sucede con el ser humano?

TAMARA SAN MIGUEL SUÁREZ, Puebla, Puebla


En cada palabra nombrada nace un muerto
el viento tapó con tierra los cuerpos
las manos de los culpables les echaron encima mantos de silencio

Por cada llanto se replicó una voz
por cada dolor resurgió el coraje de nombrar lo innombrable,
así de súbito se caían una a una las mentiras

¿Por qué dan tantas ganas de abrirle a cada letra un corazón por cada vida?

Malditos los que en sus manos guardaron el rostro de desgarro
condenados los que encubren
los que callan lo visto y evidenciado

Alguna vez las frases derramadas
las cruces rosas y moradas
florecerán
se derramarán por todos lados,
alguna vez como hoy
el silencio se rompe
se nombran una a una las que no están
las que nos quitaron estarán contándonos
susurrando sus pensamientos
y todos en distintos lados
nos haremos un solo grito que recuerda la voz de una poeta:
¡Ni una más!

JOSÉ SUÑÉ LÓPEZ, Barcelona, Catalunya

Charcos en Ciudad de Juárez.

El seno de una madre
en la basura abandonada.
Espaldas rotas desde
el amanecer hasta la noche,
allá donde engulle la vida
la maquiladora.
nadie duerme por los disparos,
nadie habla por los descargas,
fila petra de silencios esclavos.
Sonríen los guardias con las mordidas
sobre los charcos de sangre de las hijas.

Sirenas y alambradas,
y el yanto del pequeño que busca
el pecho de su mama.
Proféticas palabras
que lejos del cielo
y que cerca de lo yankies,
no amanece y otro tiro,
no amanece y el coyote,
no amanece y la fábrica,
no amanece y otro barrizal de visceras,
no amanece y de nuevo asustada de camino
a buscar el sustento,
en una ciudad con miedo.
La boca prieta, el puño prieto
y los ojos escondidos para que no se note.

Horas, días, silencios y por fin algunas risitas,
es el día de los muertos, todos los días
en Ciudad Juárez son de muertos.

domingo, 7 de octubre de 2012

ILZÉ BUTKUTÉ, Vilnius, Lituania

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Lapkričių prieglauda

Tai lapkričių prieglauda. Vis dar užkaltos langinės –
naujų dar nepriima. Dar neišmirę pernykščiai.
Tad glauskis kitur. – Čia tik snausdamas čiulpteli nykštį
pavargėlis angelas, sargo vaidmens išsigynęs.


Jį tverdamas viešpats turbūt ir sumąstė vaikystę –
jos ilgesiui gydyti gemalo pozą nutapė.
Į ją susivysto ir sužeistas vėjas, ir lapė,
iš rudenio kilpos nespėjus į žiemą išslysti. – –

– – Kai keisti kailiuką vėlu, kai pasaulis nudirtas –
išnertas iš klegančių pievų ir pienių paklodžių –
kažkas susiraito į raidę, sapnuodamas godžiai,
nagais į save ir į sapno virbus įsikirtęs.

Čia tiek susirietusių jų – dar siūbuoja narveliai:
pasieniais, koridoriais tvindo nakties perspektyvą.
Kažkas susisukęs kokoną. Kažkas vis dar gyvas. – –
– – Čia lapkričių prieglauda. Dera praeiti pro šalį.

 
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A Shelter for Novembers

It is a shelter for Novembers. The shutters are still nailed tight –
new ones are not yet admitted. Last year’s have not yet died.
So snuggle somewhere else. Here only an exhausted sleeping angel
sucks its thumb, refusing the watchman’s role.

Creating it the lord must have thought up childhood –
to cure its longing painted an embryo’s pose.
In it swaddle the wounded wind and the fox, not able
to slip in time from autumn’s noose into winter.

When it’s too late to change your hide, when the world flayed –
sloughed from clattering meadows and dandelion sheets –
something curls up into a letter, dreaming with greed,
holding itself and the rods of dreams with its nails.

There are so many curled up here – the birdhouses are swaying:
along the walls, in corridor perspectives of night overflow.
Someone has spun a cocoon. Someone is still living. –
-- Here is a shelter for Novembers. It’s best to pass by.


Translated by Jonas Zdanys



 
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Siuvinėjimas peilių sode

       Aš moteris – praviras langas,
       po benkartą skersvėjį nuogą
       kas naktį čia pakasu tyliai
       sode, ir nusikerpu sruogą

       plaukų, prisigėrusių kvapo
       tų rankų, kurios ir neliestų,
       ir kasos trumpėja kas kartą.
       O mano arklidėse piestu

       žirgai pasistoja, pajutę,
       kad miegas artėja ginkluotas
       ir vedinas vyru be veido –
       neuždraustas jis, ir neduotas

       nei man, nei kitoms. Ir nereikia.
       Bičiule, užsek man korsetą,
       kad aš nesilenkčiau pro langą
       žiūrėti, kaip auga iš lėto

       sode mano skersvėjų peiliai,
       kaip ašmenys kyla iš grunto
       ir pilnatį skelia į delčią.
       Net šunys – ir tie nepajunta,

       kad miegas jau pradeda šturmą.
       Mieloji, paduok man dėžutę
       su siūlais ir adata – noriu
       rankas prie sapnų prisisiūti. 
 
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Needlework in the knife garden

I’m a woman – an open window,
naked in the occasional cross-breeze
every night I quietly dig
here in the garden, cut off a hank

of hair, drunk from the scent
of my hands, some of which are pristine,
and my braids shorten each time.
And in my stables prance

steeds, rear up feeling
armed sleep approaching
leading a man without a face –
not forbidden, he, and not given

not to me, or to others. And unnecessary.
Girlfriend, lace up my corset
so I cannot bend out the window
to watch the slow growth

in my garden of my cross-breeze blades
how the edges rise from the soil
cutting the full moon into slivers
even the dogs – even they don’t feel

sleep beginning her assault.
My love, hand me my box
of needles and thread – I want
to sew my hands onto dreams.

Translated by Medeinė Tribinevičius




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Išaugti apkasai

Rinkis ginklus – mes išeinam į lapkričio speigą
ketindami žaisti, kad nieko nėra, tik žaidimai
ir duona, išbarstoma paukščiams ir ledlaužiui vėjui
į kerinčią prietemą.

Viešpats nubus, bet nubus per vėlai – mes jau baigę,
tik įprotis geisti, kai šypsena stingdančiai ima,
kai skonis dar įprastas, įprasta būti išėjus, –
kai verkiam, kad lietėme, –

miego vaikai, išnešioti per tamsą į rytą.
Sapnuojamą armiją – žirgą, karalių ir bokštą –
išlydžiu per juodą ir baltą senamiesčio lentą
į uždraustas užtvankas.

Kvepia krantai, bet suoleliai ir upė – dažyti,
negalima liestis, negalima būti, kur trokšta,
kur pirštinės krito į šąlančio sapno placentą –
girdi, tarsi lūžta kas? – –

Jeigu nežaistume? – Aš jau žinau: pasiduodu.
Nakties artilerija dyla į brėkštantį skliautą.
Vis tiek neišaugsiu iš apkaso – žemė derlinga,
bet sutemos genimos –

švinta, ir nuolat prašvinta, ir lieka tik tuodu –
o jie – jau ne mes, mūsų kojos nebuvo apautos,
bet amžiną sniegą, kuris jiems praėjus pradingo,
nešiosiu gyvenimą.
 
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Overgrown trenches

Choose your weapons – we’re going out into November frost
wanting to play because there is nothing but games
and bread scattered to the birds and to the icebreaking wind
in the bewildering dusk

The Lord will awaken, but it will be too late – we’re already done,
only the habit of longing when a smile takes over numbingly
when the taste is still habitual, when it is habit be out –
when we cry because we touched –

children of sleep, carried through the dark into morning.
Dreaming an army – steed, king, and tower –
I see them off across the black and white old city battens
into the forbidden lagoons.

The banks are fragrant, but the benches and river are painted,
we cannot touch, cannot be where we desire,
where the gloves fell into the freezing dream’s placenta –
do you hear that – something breaking?

And what if we were to not play? – I already know: I surrender.
Night’s artillery wanes into the breaking heavens.
But I still won’t overgrow the trench – the earth is rich
but the dark prunes –

dawn breaks and finally it is daylight, and only two remain –
they – already not us, our feet are unshod,
and the eternal snow, that disappeared after they crossed,
I’ll carry for a lifetime.

Translated by Medeinė Tribinevičius




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Senos traukos

Aš Tau dovanočiau
po kabantį sodą už naktį.
Paskui patikėsiu,
kad Tu man visus dovanojai, –
 
jei sėsčiau ir jočiau,
ir žingine dužtų į taktą
koralai degėsių,
prilimpantys vėtrai prie kojų.
 
Iš Tarpupio miestų
išsinešu kvapnų aliejų,
jis primena odą,
kurią glamonėjo dievybės.
 
Galiu atsisėsti
ant kelio išdžiūvusiam vėjui. –
Mane teišduoda
šešėlis, po kūnu pakibęs.
 
Dabar – – aš tik smėlis,
manęs nebeklausia gyvatės,
kas dangų išskynė,
kas nusmeigė vanagu liūtį.
 
Aš niekam negėliau,
aš laukiu, kol eisime patys,
į kitą žemyną,
ir nešime laiko likutį
 
iš tūkstančių žemių,
kurias apkeliausime tyčia,
kur mūsų meilužiai
lydėdami mos mums pareiti.
 
Ar daug užgyvenom? –
Vien tai, ko daugiau nedaryčiau. –
Net šarvo drabužį –
ir tą susidėjau į kraitį.


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Old attractions

I’d gift You
one night in a hanging garden.
And later believe
that You gifted me every night –

if I sat and rode,
and the pace broke measure
beads of charred ruins,
tempests sticking to legs.

From the city between rivers
I’ll carry fragrant oil,
reminiscent of skin
caressed by gods.

I can sit down
on the road parched by wind. –
A shadow betrays me
caught under my body.

Now – – I am merely sand,
snakes no longer ask me
who has hewed the sky,
who has stabbed the torrent of hawks.

I stung no one
I waited, until we were travelling
to the other world
carrying slivers of time

from a thousand lands
that purposely traversed,
where our lovers,
leading, wave for us to cross.
Have we over-lived? –
The only thing that I’d no longer do. –
Even my armoured clothes –
those, too, I have put in my dowry.

Translated by Medeinė Tribinevičius



 
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Mergaitės prie taikinio

Jos pakelia nepakeliamai gėlas
praeivių prisigėrusias akis
ir stebi dangų tartum paviljoną –
didžiausią gaubtą, dengiantį kitus.

Tai mugė baigias. Tai diena, iškėlus
varinį raktą, tikrina duris,
kol atsišlieja į vežimo šoną,
ir vakaras bučiuoja jai pečius.

Jos pakelia nepakeliamai tyras
žalias akis, prisirpusias naktų,
laužų, gašlių šnekų, tylos ir juoko.
- - Kažkas tarp vagonėlių pasimes,

kažkas stovės sulaikęs kvapą – miręs –
prie užvertų nemiegančių langų.
- - Kažkas kažką laimėjo. - Nieko tokio. -
- - Jos renka išbarstytas tūteles.

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Girls by the target

They raise intolerable sweetnesses
are drunk in by passerby eyes
as they look at the sky as though it were a pavilion –
the largest dome, covering all others

The market is ending. That’s it for the day, copper key
raised, she checks the door
and leans against the wagon side
until the evening kisses her shoulders.

They raise intolerable clear
green eyes, ripe with nights
fires, sensual conversations, silence and laughter.
– – Someone will get lost between these wagons

someone will stand, holding their breath – dead –
beside the closed sleepless windows.
– – Someone has won something. – Nevermind. –
– – They collect the scattered cartridges.

Translated by Medeinė Tribinevičius


SARA GODOY, Las Palmas de Gran Canaria


Luna
Por el ventanal cerrado penetra la luna llena
iluminando una estancia que deseo en penumbra.
La luna, la que en mis paseos nocturnos sin miedos
me guiaba dando luz plateada al río.
La que jugaba a los reflejos.
La que embelesada yo miraba
y mis ilusiones y proyectos en susurros
callados le contaba, ¡porque eran tantos!
Que temía saturarla y me olvidara.
Debí contarle más y con más voz.
Con esa voz que ahora callo por temor.
Debí cansarla y que no volviera.
Cuando se esconde, desde el ventanal oscuro
veo las flores del jardín moviéndose
para correr a otra tumba que ya se abre.
Todas van allí, a la última morada
de los que se creen olvidados, se descuidan y pasean.
Se sienten libres y siempre son acechados.
Los que no tienen un ventanal protector
y como pueden se cuidan.
De los que van al trabajo de acá para allá y en el allá balacean.
Y así van cayendo los que hablan, los que alzan la voz al viento.
¿Y la ley y la justicia? Entre brumas arenosas, cegados, dicen no ver.
Esas flores ya no adornan salones, se pudren en lápidas,
como los muertos. Qué más da si son inocentes, todo es impunidad.
Cuando la ciudad recobre la cordura oleré la libertad,
buscaré olores que no me recuerden ese olor a muerto,
ese olor a flores.

GLORIA SANTANA DÍAZ, Las Palmas de Gran Canaria

MI HUECO

Una boca, sangrante que es mi hueco,
hermana por donde expele la muerte
tu-mi última palabra-vida amordazada,
síntoma único de que tuviste-tuve
un momento pequeño y  doloroso
en el que pisé el desierto, descalza.
Envió mi hermana un libro, de aquellos
de aquellos que no leo, porque
me olvidé, junto al hambre,mi hora
de ir al colegio.
Una se lo imagina así; pero
múltiples vidas en una sola muerte que
también me pertenece como cada pedacito
de cuerpo, indefenso de mujer bella toda
como cada una, como sólo la belleza,
se nombra; se apropia y acoge esponjosa
una rabia, un grito y un ahogo,
de madre, de hija, de hermana, de amiga,
de eterna mujer sin color, invisible 
para la justicia y visible para
la "anónima violencia".

DAVID TORREJON, Alpedrete, Madrid


LA CACERÍA

Cuando una vida no tiene valor, ninguna vida tiene valor.

Los ha podido esquivar durante sus pocos meses de vida. A su madre ya la mataron. Pero, en el fondo, tuvo suerte porque por aquel entonces ella ya podía buscarse la vida por sí misma, igual que sus hermanos. A algunos de ellos también los mataron, otros se fueron o desaparecieron. Ella no ha podido irse muy lejos. Tiene una herida mal curada que le impide correr y sobrevive desplazándose de noche y con sigilo hasta lugares donde casi siempre encuentra algo de comer.

Pero, esa mañana, una máquina irrumpe para retirar los tubos donde se ha estado guareciendo durante el día desde hace un tiempo. Consigue saltar antes de ser aplastada, pero queda por un momento desprotegida bajo el sol blanco que hiere sus pupilas. Mientras puede hacerse con esa explosión de claridad inesperada, es su oído el que le avisa del peligro.

.- ¡Mirad allí! ¡Vamos!

Los chicos se reúnen y salen a la carrera. Ya saben cuál es la táctica, rodear a su objetivo, y la ejecutan a la perfección. Ella los ve venir y no encuentra la forma de escapar. Desesperada, empieza a gritar. Es un grito desgarrador que parecer enardecer aún más a sus perseguidores. Intenta huir pasando por el hueco entre dos de ellos que le parece más amplio, pero su herida le impide correr lo suficiente. Un palo le golpea la espalda y, aún con todo, consigue alejarse renqueante. Pero los asesinos no se rinden. Es su diversión de esa mañana sin colegio, sin padres, sin nadie que no vea en eso que hacen una diversión de chiquillos. No van dejar que termine tan pronto.
Finalmente, la acorralan en un alpendre medio derruido. Está en un sitio de difícil acceso y ya saben que no conviene arriesgar la mano. Al cabecilla se le ocurre una idea brillantel. Mientras unos cuantos impiden su salida, otros pocos dejan caer sobre su frágil escondite una piedra de buen tamaño. El efecto les satisface mucho más de lo que esperaban y lo celebran con gritos de júbilo. Todo se derrumba con estruendo alrededor de ella entre una nube de polvo.
.- ¡Qué grande! Ha sido nuestra mejor caza.
.- Ya, pero ha muerto muy rápido.
.- ¿Y el espectáculo, qué?
.- Grandioso. Vamos a ver qué ha quedado del bicho.

Los chavales se aprestan a quitar los trozos de techumbre y piedra. Lo que se encuentran al terminar no es una pequeña gata callejera aplastada. Es algo que no se esperan.

.- ¡No puede ser! ¡Es mi hermana!
.- No. ¡Es la mía! ¡Hermanita! ¿Qué le hemos hecho?
.- ¡Cállense! ¿No ven que es mi mamá?






MONTSERRAT VILLAR GONZÁLEZ, Ourense, Galicia

ORACIÓN DE URGENCIA POR CIUDAD JUÁREZ

Que la palabra se haga carne

que cubra los huesos
que la injusta violencia provoca.

Que el sueño que,
algún día, los niños tuvieron,
sane las heridas de los otros.

Que se cicatricen las llagas
y supure esa ira
hasta secar el aire homicida.

Que los ojos de las desaparecidas
conviertan en futuro la frontera,
bailando en estrellas cada noche.

Que las poesía no se olvide,
silenciando balas y mentiras,
que el hoy sea mañana, verso y leyenda.

LACOZ NAHUARLF , Torreón, Coahuila


Juguemos a parafrasear la realidad

Y sobre todos los versos de mi infancia

San serafín del Monte
San serafín Cordero
Yo como buen cristiano ignoraré

San serafín del Monte
San serafín Cordero
Yo como buen cristiano me haré güey



Adivinanza, adivinanza

Acá viene una adivinanza:
Sicarios pasan por mi casa

En la banqueta hay tirado un corazón
El que no se lo imagine
Obviamente no es de esta región
¡Qué es? ¡Qué es?
El pan nuestro de cada día

Aserrín, hacen bang!
Los sicarios no se van
Piden cuota, se las dan

Piden vino, se los dan
Se lo toman, te torturan
Y con suerte no te embolsan
Y se burlan y se van
Aserrín, hacen bang!

Laguneros y don Juan
Piden paz, no les dan
Piden besos, dejan tiesos
Y les cortan los pescuezos
Y nos ponen a llorar
Aserrín, hacen bang!
Bang! Bang!

San serafín del Monte
San serafín Cordero
Yo como buen cristiano ignoraré

San serafín del Monte
San serafín Cordero
Yo como buen cristiano me haré güey

SAMIR DELGADO, Playa Arinaga, Canarias

POEMA POR CIUDAD JUÁREZ

[Homo fronterizus]
Sobre una obra del artista mexicano Guillermo Gómez-Peña
En el Hall del genocidio
(Serie The Chicanarian Expo, 142x103 cm, 2006)

Desde el silencio macabro de las calaveras
un viejo brujo intergaláctico transfronterizo
con penacho indoamericano de hamlet paramilitar
opera su exorcismo sobre la mirada de los turistas.
Nunca la historia estuvo tan cerca de Ciudad Juárez.
Una sola fotografía vale para todo el miedo del mundo.

JORGE M. MOLINERO, Valladolid, Castilla y León

Se equivoca Señoría, si piensa que
me vendí por cuatro monedas. Fue el miedo
y la sangre. ¿Había elección?, tenía mujer
e hijos. Me compraron el miedo y la sangre.
 
¿Nombres?, usted me pide nombres, ¿de qué
iba a sevir?, ya no tengo nada, ni miedo me queda,
la tragedia de sobrevivir a los hijos es un hecho.
 
Nombres, usted me pide nombres.
 
Todos, todos los que imagine y más. También
el del compañero del detector de armas de este juzgado.
Tiene hijos, tiene mujer. Le compraron el miedo
y la sangre. Hizo la vista gorda. Antes de que pueda
dar un solo nombre, comprenderá el sabor del miedo.
De la sangre. Cuando todos hagamos boom.






 soy
de letras

descubrí
demasiado pronto
las mentiras
de las matemáticas

el orden de los factores /
no altera el producto

pero nunca
se suicida

antes

el maltratador


y este un poco raro

VÍCTIMA Nº 27 EN LO QUE VA DEL 2014
(flashback)





 

ANÍBAL ALVAREZ, Ayamonte, Andalucía


Alcemos nuestras voces por las mujeres asesinadas

En las estadísticas feroces y criminales de los asesinatos contra mujeres, en ese infame capítulo de depredación y escarnio que avergüenza a la Humanidad, en ese capítulo siempre abierto, siempre sin cerrar, de la historia vil y canalla que convierte a la mujer en la diana sobre la que impactan los cuchillos y las balas de los sicarios del mal, la población mexicana de Ciudad Juárez se alza con el primer lugar. Nadie parece hacer nada para apear a Ciudad Juárez de ese triste y sangrante récord de violencia y muerte que se le ha adherido a la piel.

Ciudad Juárez, donde 4 de cada 10 personas asesinadas son mujeres, se ha convertido en el símbolo mundial del feminicidio, palabra que define los homicidios perpetrados contra mujeres, cuyos cuerpos aparecen, cuando aparecen, mutilados o violados, con muestras evidentes e irrefutables de haber sido asesinadas, según Amnistía Internacional, usando “grandes dosis de violencia sexual y física”. No es necesario aprender sociología para saber que una sociedad donde las mujeres mueren a manos de los hombres es una sociedad enferma.

Los asesinos, violadores y verdugos de esas mujeres son hombres, aunque a veces esos hombres son tan jóvenes que aún no han dejado del todo atrás a esa infancia que es manipulada y agredida por quienes actúan en la vida sin limitación moral alguna. Sandra Rodríguez, autora del libro La fábrica del crimen, afirma que los jóvenes de Ciudad Juárez matan porque no existe un castigo por hacerlo y porque el homicidio no se investiga y existe una especie de conciencia de impunidad, lo que es tanto como decir que no les va a pasar nada.

Mueren muchas mujeres en Ciudad Juárez, pero otras quedan vivas y deambulan como fantasmas y espectros clamando una justicia que hace oídos sordos para no oír los gritos y las razones de los más desfavorecidos. Son las víctimas invisibles, mujeres sobre las que las autoridades han desplegado el manto de la invisibilidad: viudas de hombres que han sido asesinados por la lacra del narcotráfico, mujeres que tienen que cargar con sus nietos porque sus madres han caído baleadas o acuchilladas, mujeres que deambulan por la geografía siniestra de las morgues para tratar de localizar a sus muertos, niñas que se quedan sin madres, madres que pierden a sus hijas. La mujer, tan esencial que sin ella no existiría el hombre, es la que casi siempre paga por las frustraciones que merman la capacidad de aguante del varón.

¿Hay un origen claro en ese estado de cosas? Siempre lo hay. Muchos lo atribuyen al narcotráfico, un negocio lucrativo que corrompe voluntades y corroe hasta los cimientos de una sociedad trastocada que sigue un rumbo ético y moral errático y ha pasado -como señaló en su día Antonio Gala- de adorar al becerro de oro para adorar al oro del becerro. El tráfico de drogas se convierte, sin embargo, en la argamasa vil sobre la que se alza un tinglado mafioso y especulativo que maneja exorbitantes cantidades de dinero. El dinero, esa palanca poderosa que todo lo mueve, doblega dignidades. Pero uno coincide con Alma Gómez, coordinadora de la Fiscalía General de Chihuahua, en que “Atribuir los muertos al narcotráfico es la mejor excusa para no investigar”. Si se investigara, si los escandallos del interés no se quedaran en lo que parece obvio y descendieran a la raíz sustancial de las cosas, se vería que el mundo tenebroso del narcotráfico, la urdimbre que hace posible su existencia, no está muy lejos de la miseria y la ignorancia. Y miseria e ignorancia son el caldo de cultivo en el que se condimentan casi todas las injusticias.

El universo oscuro y hediondo del narcotráfico prospera porque la miseria y el miedo de la población, la ignorancia en la que viven los hombres, mujeres, niños y niñas de una buena parte del mundo, junto al desinterés, la política de ojos cerrados y la injusticia mostrada por quienes gobiernan, la hacen posible. No conviene llegar a la raíz de ningún asunto, porque es justo en la raíz donde podría estar la solución y la solución es lo que una parte podrida de esa sociedad, la más inclemente y dura, trata de impedir con tantas muertes. Vivir en la impunidad y la degradación le ha resultado siempre rentable a quienes carecen de la empatía suficiente como para ponerse en la piel de sus semejantes.

Creo no equivocarme si digo que a nosotros, los que hemos sido convocados para solidarizarnos y denunciar, no ya lo que les ocurre a las mujeres en Ciudad Juárez, sino en todas las partes del mundo donde la maldad y el machismo contra las mujeres campan por sus fueros, a nosotros, repito, nos alcanza y salpica tanto horror y tanto dolor. Estar hoy aquí, en este momento, es hablar del dolor de los más débiles, las mujeres y los niños, víctimas propiciatorias de la fuerza chulesca y brutal de los más fuertes, esos mercenarios del terror y del miedo que tienen el corazón y los oídos cerrados para no escuchar los gritos de angustia proferidos por sus semejantes. Déjenme que poetice tanto drama y les diga que…

. humanizado y empático
con el dolor del otro, con la persona
que no tiene nada y no le queda más que llorar
la dimensión exacta de su desconsuelo,
yo pienso que hay algo terrible
en los hombres, algo feroz y siniestro
que por mucho que me esfuerzo
en comprenderlo yo comprenderlo no puedo.

Me esfuerzo y quiero
no ser un demagogo de los sentimientos,
pero cuando veo a esos niños rotos, deshechos
por misiles, bombas lapas o de racimo, esos niños muertos
entre ruinas que nos miran con los ojos de par en par abiertos,
esas mujeres de Ciudad Juárez cuyos cuerpos aparecen destrozados
y muertos en tierras del Cerro Bola o el Cristo Negro,
no puedo por menos que pensar que Dios fracasó
al hacer al hombre y que éste se le quedó sólo en proyecto.

No entiendo
por qué a los que usan bombas contra sus semejantes
les llaman terroristas, mientras que a los que fabrican
las bombas les llaman comerciantes.
Perdonad, pero no lo entiendo,
aunque visto lo visto les confieso:
la persona que escribe esto no es más que uno de esos ignorantes
que se preocupan en demasía de las cosas del sentimiento.

Creo que el hambre es un azote para la Humanidad. Y creo que ese hambre, derivado de una educación paupérrima, es capaz de explicar muchas cosas por sí mismo, porque ambos, hambre y poca o ninguna educación, son productos de las injusticias cometidas por esa justicia que se gesta y se larva no solo en los aledaños del poder, que es el que debiera preocuparse por los ciudadanos, sino en su mismo núcleo político. El poder es en sí mismo el culpable, por omisión o inhibición, junto con otros factores igualmente sangrantes e ignominiosos, de las violaciones y muertes de tantas mujeres. Poder y dinero van unidos, y junto a ellos, como conformando un triunvirato maléfico, la corrupción. Cuando el poder político se distancia de los valores, yo diría que sagrados, de la moral, la dignidad y la ética, cuando el binestar de todos se convierte solamente en el bienestar de unos pocos, se origina una filosofía tan destructiva que los valores de la sociedad se pervierten y resquebrajan.

El pueblo de Ciudad Juárez, muchos de sus habitantes, especialmente las mujeres, tienen hambre de justicia. Muchas, incluso de pan. Ambas hambres forman la urdimbre de un cesto en el que caben todos los crímenes e injusticias posibles. Y el crimen contra los niños y las mujeres es el peor de todos, porque cuando se atenta contra una mujer, cuando la prepotencia del hombre se ensaña con ellas, cuando se le asesina, se le agrade, viola y mata, es toda la creación la que siente ese crimen en las entrañas. No nos perdamos en sofismas matemáticos ni hagamos estadísticas cuando hablemos de asesinatos de mujeres. Una sola que muera víctima de la violencia es un atentado contra toda la creación, un fracaso de la Humanidad, así que permítanme que me dirija a los estadísticos, esos señores que manejan números y cifras, para decirles lo siguiente:

Caballeros, por favor... Por favor, caballeros...
No me habléis de estadísticas,
esa acumulación de datos y números sin alma
que mete a los muertos del Nargis y a los del Katrina
y en realidad a todos los muertos
en fríos gráficos, en cálculos y cifras que no sirven para nada.
Mirad que no somos pollos de ningún gallinero.
No, no me habléis, por favor, de estadísticas.
De estadísticas no, por favor, caballeros...
Habladme de esa mujer asesinada en Ciudad Juárez,
de sus ojos sin luz, dilatados y abiertos.

Habladme de las personas.
De las mujeres que mueren en Ciudad Juárez,
víctimas de quienes se relacionan con ellas a través de la rabia.
O elegid al azar y como si jugarais a la gallina ciega, a una niña.
Por ejemplo: ésa que tiembla de miedo y de frío,
sola y triste ella entre tantas ruinas,
niña en tránsito hacia una mujer que será agredida
hoy mismo. O tal vez mañana.
Ved sus lágrimas,
luceros de luz que, atrapados en el miedo,
se han congelado y están temblando en unas pupilas
a las que se asoma el alma.

Miradle fijamente
a la cara y pensad en vuestras hijas,
tranquilas y sonrientes en sus camas.
¿Veis?
Ese es el rostro de una Humanidad sufrida
que sabe poco de risas y mucho de lágrimas.

Guardaos, pues, las estadísticas
con la que lleváis el agua a vuestros molinos
para así poder medrar en política.
Yo me quedo con esa niña que tiembla de hambre
y de frío en un lugar de la Nada,
sin saber que en algún rincón de la Tierra,
supongamos que en el Valle de Juárez, en las cuevas
del Cerro Bola o el Cristo Negro, en la tierra rocosa
de cualquier barranca o las cascarrias de algún
vertedero, terminará siendo violada.

¿Por qué no le decís a sus asesinos,
todos esos que se enamoran de las rosas,
en especial de las más tempranas,
esas que ni siquiera conocen los secretos
rubios de la miel cuando son por las abejas libadas,
que las están asesinando sobre sucios camastros
y las dejan solas entre el estiércol y la pobreza acongojante
de los grandes y sucios núcleos marginales?.

Dejad los números y preguntadle que por qué las violan
en las chozas, en las vías miserias,
entre el estupor de la razón y de la sangre
que clama contra la injusticia y contra vosotros clama.

Si os preguntáis qué hacen los gobiernos yo podría responderos
que lo de siempre: mirar para otra parte,
optar por el silencio, el ninguneo y la nada.

A los ojos
que no quieren ver,
¿de qué coño le sirven las gafas?

Hoy alzamos nuestras voces y nuestros gritos desde Ayamonte, un pueblo blanco del Sur de Andalucía, pero también desde otras partes de España y en general desde casi todo un mundo que hoy se ha convertido en otero y atalaya desde donde gritarle las verdades al mismísimo lucero del alba. Nuestras voces y nuestros gritos están cargados de razones para denunciar las sinrazones de todos esos canallas que amparados en la brutalidad y en la fuerza, sojuzgan y matan a las mujeres al salir de las fábricas, de las iglesias, de los mercados. Ellas son nuestras madres, nuestras esposas o nuestras hijas. Por cada una que muera nosotros nos morimos un poco. Nosotros y la creación, la Humanidad entera. Con energía, pero al mismo tiempo con piedad, recurriendo incluso a la clemencia, desde este pueblo nuestro pedimos a las autoridades de Ciudad Juárez que se impliquen de lleno en erradicar un mal que acompaña a la ciudad como un estigma. A los asesinos y violadores de mujeres les pedimos solo una cosa, que cuando vayan a descargar su ira contra una mujer vean en ella a su madre, a su hija, a su esposa. Si lo hacen, tal vez funcione la empatía y den marcha atrás, porque hasta los cuchillos y los revólveres pueden ser detenidos si oímos la voz de los sentimientos.

Puede que esperar algo así de los asesinos sea como echarle margaritas a los cerdos. Puede, no digo yo que no, pero como uno es hombre que cree en el aspecto humano y no lobuno del comportamiento de los hombres, yo confío en que alguna vez -y puede que semejante transformación comience en Ciudad Juárez- el cerdo sufra tal metamorfosis que en lugar de destrozar y comerse a la margarita se acerque a ella, la huela y la admire, descubriendo así la poética y el embeleso de su perfume. Si el hombre-cerdo se acerca a la margarita-mujer y en lugar de destrozarla habla con ella y le mira a los ojos, puede que se conmueva y comprenda que la mujer suele darle al hombre mucho más de lo que recibe de él y que nosotros, los hombres, deberíamos construir un altar donde adorarlas, nunca una pira en la que apuñalarla y quemarla, porque el hombre que arremete y mata a una mujer, y esto es necesario gritarlo en voz clara y alta, arremete y mata a toda la Humanidad.